Cuando el posible futuro condiciona el real presente

Cuando el posible futuro condiciona el real presente

Hay muchísimos deportistas que desde muy jóvenes son capaces de generar una expectativa tremenda en familiares, entrenadores, aficionados, prensa, agentes, marcas… Con estos deportistas muchas veces la pregunta no es si llegarán o no llegarán a la máxima categoría, eso se da por sentado, la pregunta es: ¿serán uno de los mejores del mundo en su deporte?

Juan Miguel Bernat colabora con el diario El Mundo y ofrece algunas pautas para que deportistas y entornos gestionen estas situaciones.

CUANDO EL FUTURO CONDICIONA EL PRESENTE

Cuando un niño comienza a gatear, todos sabemos que, si la cosa va bien, correrá en unos meses. Sin embargo, aun sabiendo que tiene la capacidad de correr y que lo conseguirá, ni él ni nosotros juzgamos sus gateos actuales en base a su futura capacidad de correr, ni le compramos zapatillas de running y se las ponemos ya. Al contrario, nos adaptamos a la fase en la que está y protegemos las esquinas de la casa para cuando caiga y le compramos un andador para ayudarle en el proceso. El problema vendría si generásemos en el niño la expectativa de que tiene que correr cuanto antes y le obligáramos a estar todo el día intentándolo en lugar de dejar que el proceso transcurra por sus cauces normales. No se puede dar por hecho que ya se sabe andar si aún se está gateando o, de lo contrario, al menor tropezón, crecerá la angustia de la persona al verse todavía muy lejos de una meta que ya se da por conseguida. Esta angustia generará la ansiedad de comenzar a vivir ese futuro que se creía tan cercano y que la realidad muestra tan lejano. Y esa ansiedad le llevará a pretender acelerar el proceso y a tomar decisiones, en ocasiones, precipitadas y equivocadas.

¿A qué viene esta introducción?

Hay muchísimos deportistas que desde muy jóvenes son capaces de generar una expectativa tremenda en familiares, entrenadores, aficionados, prensa, agentes, marcas… Con estos deportistas muchas veces la pregunta no es si llegarán o no llegarán a la máxima categoría, eso se da por sentado, la pregunta es: ¿serán uno de los mejores del mundo en su deporte?

En el momento que esto sucede, si no somos capaces de proteger al deportista, lo que acontece es que nos saltamos muchísimas etapas intermedias (gatear, ponerse de pie, andar) y comenzamos a tratarlo como si ya hubiera llegado a la máxima categoría (correr rápido). Las marcas le firman contratos de patrocinio, los familiares le permiten abandonar estudios para poner totalmente el foco en su “profesión” y, hasta el propio jugador, juzga su rendimiento por el crack que será algún día y no por lo buen jugador que es ahora en su categoría.  Cuando esto pasa, la mente del deportista, si no se hace un gran esfuerzo por mantenerla en el presente, se va al futuro y deja de estar en el único momento sobre el que puede actuar para definir ese futuro: este momento, aquí y ahora.

Hablamos mucho en psicología deportiva de la gran herramienta que es la fijación de metas y de los efectos que tiene sobre la motivación, las conductas de esfuerzo y adherencia al entrenamiento, la concentración… Eso está muy bien, porque la fijación de metas de medio/largo plazo nos proporciona una dirección y nos da energía en los días que no apetece hacer lo que se ha de hacer. Ahora bien. Una vez fijada la meta, lo que hemos de ser capaces de hacer los que rodeamos a los deportistas es bajar esa gran meta al día a día. Conseguir que el deportista quite su foco de atención de la gran meta y lo ponga en el único momento sobre el que puede actuar: este momento, aquí y ahora. El deportista debe sentir que hoy, en este entrenamiento puede hacer algo que le acerca a su gran meta. Y debe poner ahí todo su foco siendo consciente del lugar en el que está y ajustando sus expectativas a las situaciones en las que la realidad le sitúa en cada momento (derrotas, lesiones, buenas rachas, malas rachas, perfeccionamiento de técnica, situaciones familiares y personales…)

El futuro viene condicionado por lo que hacemos en el único momento sobre el que podemos actuar: este momento, aquí, ahora. No permitamos que sea el futuro el que condicione nuestro presente sino que, trabajando con el foco de atención sobre el presente, condicionemos el futuro que queremos conseguir.

Centrémonos en aprender a andar bien, sabiendo que, cuando lo consigamos, tendremos la capacidad de correr. Pero no queramos estar ya corriendo cuando todavía no sabemos andar. Manejemos la expectativa. Adaptémosla a las circunstancias reales del momento y pongamos el foco en lo que podemos hacer en este momento y nos acerca a la meta.

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